Ernst Gombrich




















EL GRAN DESPERTAR




Una vez quebrantada la antigua creencia de que todo lo 
que pertenecía a la realidad debía ser mostrado, y el artista 
empezó a confiar en lo que veía, tuvo lugar un verdadero
terremoto. Los pintores realizaron el mayor descubrimiento
 de todos: el del escorzo. Fue un momento tremendo en la

historia del arte aquel en que, tal vez un poco antes del 500 a. c.,

los artistas se aventuraron por primera vez en toda la historia a
pintar un pie visto de frente. En los millares de obras egipcias 
y asirias que han llegado hasta nosotros nunca ocurrió nada 
semejante. Un vaso griego muestra con cuánto orgullo fue acogido
 este  descubrimiento.  Vemos en él a un guerrero ajustándose 
su armadura para el combate: sus padres, que, uno a cada lado, le 
ayudan y probablemente le dan buenos consejos, aún están representados 
en rígido perfil. En el centro, la cabeza del joven también aparece de
perfil, y observamos que el pintor no encontró demasiado
fácil encajar esta cabeza en el cuerpo, que está visto de
frente. El pie derecho, así mismo, está dibujado de la manera
“segura”, pero el izquierdo aparece escorzado: vemos sus
cinco dedos como una hilera de cinco pequeños círculos.
Puede parecer exagerado detenerse en tan pequeño detalle,
pero es que éste significó nada menos que  el arte antiguo
estaba muerto y enterrado. Significa que el artista no se propuso
ya incluirlo todo, dentro de la pintura, en su aspecto más 
claramente visible, sino que tuvo en cuenta el ángulo desde
el cual veía el objeto. E inmediatamente, junto al pie, mostró
del todo su propósito. Dibujó el escudo del joven guerrero,
no en la forma que podemos representárnoslo en nuestra
imaginación, esto es, circular, sino visto de lado
y como apoyándose contra la pared.
 
La despedida del guerrero, vaso del estilo
de “figuras rojas”, firmado por Eutímides hacia el
500 a. C.
 

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